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Si atendemos a la proliferación de huertos urbanos que aparecen en el centro de las grandes ciudades europeas, casi podría afirmarse que detrás de cada urbanita se esconde un hortelano. Gente que afronta el cultivo de tomates con una actitud casi espiritual, de vuelta a las raíces, a tener contacto con la tierra y regresar a lo esencial. Cuando las cosas -aparentemente- eran más sencillas y puras. Una mirada que parece -y sólo parece- alejada de la tecnología que nos rodea por todas partes. Sin embargo, como prácticamente toda actividad humana, el desarrollo de la agricultura está necesariamente ligado a los avances tecnológicos ya desde las primeras evidencias arqueológicas de cultivos en distintas zonas del mundo durante el Neolítico. Por rudimentaria que nos parezca en nuestros días, la utilización de la rueda, la incorporación de los arados y los animales de tiro o, muy posteriormente, los motores, son verdaderas revoluciones tecnológicas que hicieron avanzar la agricultura y, con ello, la posibilidad de un mayor desarrollo demográfico y la creación de sociedades cada vez más complejas.
La importancia que la agricultura ha tenido a lo largo de la historia de nuestra especie ya era reconocida en textos legales tan antiguos como las “Partidas” de Alfonso X el Sabio (se terminaron de redactar alrededor del años 1265), donde mencionaba a los campesinos como aquellos “que labran la tierra e fazen en ella aquellas cosas por las que los hombres han de vivir y mantenerse”. El problema es que con una población mundial que sobrepasa los 7.000 millones de personas y cada vez más concentrada en las ciudades, aquellos “que labran la tierra” son cada vez menos, por lo que “vivir y mantenerse” puede ser complicado. Afortunadamente la tecnología, una vez más, puede echarnos una mano.
Caleb Harper está convencido de que el gran reto de la agricultura es, precisamente, afrontar que la gente quiere vivir en entornos urbano. Y, por lo tanto, los cultivos tienen que adaptarse a esta realidad. Harper es el principal responsable de Open Agriculture, una iniciativa del MIT Media Lab enfocada a la experimentación agrícola, con el objetivo de conseguir las condiciones perfectas para el desarrollo de cada especie vegetal. Aunque es evidente que no podemos cambiar el clima de un lugar, sí es posible fabricarlo en lugares cerrados. En una conferencia reciente, Harper bromeaba asegurando que ha inventado “lechugas que tienen su propia IP”. Pero que no cunda el pánico: no se trata de un maléfico experimento genético para dotar a los coles de bruselas de WIFI. La idea es mucho más interesante y productiva. Desde Open Agriculture han creado plataformas de cultivo escalables (desde unos pocos metros cuadrados a superficies mucho mayores) en las que se es posible emular gracias a la tecnología cualquier clima, registrarlo y posteriormente grabarlo en una receta digital para compartirla. De esta forma, las plantas pueden ser cultivadas en cualquier lugar y conservan todas sus propiedades. El objetivo es conseguir un sistema sostenible, limpio y que, además, reduzca la cantidad de alimentos que se desperdician en el planeta. Harper cree que en el futuro sus plataformas “estarán repartidas por toda la ciudad, cubriendo un 30% o un 40% de la dieta”. Nuestra alimentación será entonces más sana y los hortelanos de ciudad podrán abrazar la tecnología sin remordimientos de conciencia...
Texto: José L. Álvarez Cedena
#VodafoneOne
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La importancia que la agricultura ha tenido a lo largo de la historia de nuestra especie ya era reconocida en textos legales tan antiguos como las “Partidas” de Alfonso X el Sabio (se terminaron de redactar alrededor del años 1265), donde mencionaba a los campesinos como aquellos “que labran la tierra e fazen en ella aquellas cosas por las que los hombres han de vivir y mantenerse”. El problema es que con una población mundial que sobrepasa los 7.000 millones de personas y cada vez más concentrada en las ciudades, aquellos “que labran la tierra” son cada vez menos, por lo que “vivir y mantenerse” puede ser complicado. Afortunadamente la tecnología, una vez más, puede echarnos una mano.
Caleb Harper está convencido de que el gran reto de la agricultura es, precisamente, afrontar que la gente quiere vivir en entornos urbano. Y, por lo tanto, los cultivos tienen que adaptarse a esta realidad. Harper es el principal responsable de Open Agriculture, una iniciativa del MIT Media Lab enfocada a la experimentación agrícola, con el objetivo de conseguir las condiciones perfectas para el desarrollo de cada especie vegetal. Aunque es evidente que no podemos cambiar el clima de un lugar, sí es posible fabricarlo en lugares cerrados. En una conferencia reciente, Harper bromeaba asegurando que ha inventado “lechugas que tienen su propia IP”. Pero que no cunda el pánico: no se trata de un maléfico experimento genético para dotar a los coles de bruselas de WIFI. La idea es mucho más interesante y productiva. Desde Open Agriculture han creado plataformas de cultivo escalables (desde unos pocos metros cuadrados a superficies mucho mayores) en las que se es posible emular gracias a la tecnología cualquier clima, registrarlo y posteriormente grabarlo en una receta digital para compartirla. De esta forma, las plantas pueden ser cultivadas en cualquier lugar y conservan todas sus propiedades. El objetivo es conseguir un sistema sostenible, limpio y que, además, reduzca la cantidad de alimentos que se desperdician en el planeta. Harper cree que en el futuro sus plataformas “estarán repartidas por toda la ciudad, cubriendo un 30% o un 40% de la dieta”. Nuestra alimentación será entonces más sana y los hortelanos de ciudad podrán abrazar la tecnología sin remordimientos de conciencia...
Texto: José L. Álvarez Cedena
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Agricultura digital: el futuro de la alimentación pasará por cultivar en casa elton john | |
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Science & Technology | Upload TimePublished on 20 Sep 2016 |
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